La lectura favorece el desarrollo motor, lingüístico, emocional, cognitivo, social y lúdico de los niños y niñas. Pero también estimula el vínculo entre los miembros de una familia y de su comunidad. La lectura nos permite estimular nuestra imaginación, ampliar nuestro conocimiento, nuestro lenguaje y mejorar nuestra comprensión del mundo.
La lectura no está sólo en los libros; son también las historias, relatos, leyendas, canciones y juegos. Cuando se cuenta una historia se recrea la memoria, comprendemos nuestro entorno, reconocemos el medio en el que vivimos.
La lectura es también una forma de comunicación verbal y física. El niño o la niña reconocen objetos, palabras, colores e historias. Pero reconoce, asi mismo, a las personas con las que lee o que le leen; establece vínculos emocionales y cognitivos.
Investigaciones han demostrado que, desde que nace y hasta los siete años aproximadamente, se producen constantemente cambios significativos en niños y niñas en el desarrollo mental y emocional, base para el desarrollo de su inteligencia y su integración futura.
Estimulada desde la primera infancia, la lectura es una experiencia que perdura a lo largo de toda la vida del ser humano.
Inculcar a nuestros hijos el amor por la lectura quizá sea uno de los mejores regalos que podemos hacer a la progenie. La lectura favorece un mejor desarrollo afectivo y psicológico en los niños, les da la oportunidad de experimentar sensaciones y sentimientos con los que disfrutan, maduran y aprenden; con los libros ríen, sueñan y viajan a otros mundos; comparten momentos gratos en familia reforzando así el vínculo con los padres… En definitiva, con la lectura los niños crecen en todos los sentidos.
Está demostrado que la lectura mejora la capacidad y el progreso lingúístico de los niños. De hecho, cuanto antes se expone a un niño a la lectura, mejor es su capacidad lingüística y sus habilidades. Aprenden las palabras con mayor rapidez, mejoran su comprensión y ejercitan su cerebro para la adquisición del lenguaje que se produce entre los 10 y 30 meses.
La exposición temprana de los niños al lenguaje narrativo y poético, a los juegos de palabras y las rimas contribuye a una apropiación distendida del lenguaje y a la comprensión de las estructuras profundas de la lengua materna. «Este hecho redundará en una alfabetización gradual, segura y feliz. Antes de los tres años, a los niños les interesa más la sonoridad que el contenido, pero es muy útil para que vayan interiorizando el lenguaje y los silencios; a nivel cognitivo, les ayuda a crear asociaciones entre su experiencia y el mundo exterior», explica la doctora Esther Serrano, pediatra de Atención Primaria. Esta profesional aconseja «leer en voz alta a los niños incluso antes de que empiecen a caminar».